Artículo de Marina Hervás para la Fundación Nino Díaz

El Pájaro de Stravinsky

A mucha gente le sorprende lo cinematográfica que es El pájaro de fuego, de Stravinsky. Sin embargo, lo que sucede con esta pieza es justo lo contrario: que su composición inspiró e inspira a muchos compositores del cine. Piensen que, en 1910, cuando esta obra se estrenó en París para los ballets rusos (aunque aquí comentaremos la Suite de 1919), aún quedaban 17 años para lo que se considera por la mayoría de los especialistas el nacimiento del cine sonoro con The jazz singer. Lo que sucede son dos cosas: por un lado, que el joven Stravinsky es uno de los últimos y mejores exponentes de la representación en música y, por otro, que nuestros oídos, marcados por el mundo visual en el que nos encontramos, tienden a devolvernos una imagen de aquello que suena. También puede ser que tengamos en la retina grabada lo que Disney hizo con la música del pájaro de fuego en Fantasía 2000:

 

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El pájaro de fuego, o el Zhar-Ptiza, en ruso, es uno de los personajes más habituales de los cuentos rusos. Aunque en casi todo se parece bastante al ave fénix, en el imaginario ruso su poder es ambivalente, pues puede causar la desgracia y la fortuna de aquel que lo posee.

 

 

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La obra se abre con un aire misterioso (00:00-03:02): el príncipe Iván, que ha salido de cacería, se adentra sin saberlo en los jardines del mago Katschei el inmortal. Stravinsky aún compone dentro de la lógica histórico musical en el que la música tenía que anunciar que, si utiliza elementos “raros” con respecto al sistema tonal, se justifica porque corresponden a un mundo fantástico, onírico o mágico. Es decir, el mundo tonal, al que los oídos occidentales llevaban 300 años acostumbrándose, hablaban de la realidad, mientras que todo lo extraordinario a él daba cuenta a su vez de lo extraordinario del mundo real. Algunos elementos de la armonía que utiliza en la introducción nos van a recordar a Debussy (por ejemplo, en el uso de la flauta o el oboe como en el Preludio de la siesta de un fauno), así como otros compositores rusos, como Rimsky-Korsakov.

 

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Es interesante, también, comparar la descripción sonora de este bosque con, por ejemplo, la de Erwartung, diez años anterior:

 

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Al final de la introducción, con el tremolo en la cuerda, intuimos al pájaro, que hace su aparición (03:03-03:18) con unas melodías que tratan de imitar sus aleteos (deberíamos preguntarnos porqué somos capaces de “ver” los aleteos del pájaro con esas melodías frenéticas y trinos). Su entrada es de sorpresa, muy contrastante con el carácter de la introducción. Y no es para menos: imagínense ver de pronto un pájaro dorado iluminando el área del bosque por el que pasa. Escuchamos cómo las melodías frenéticas acaban con un “chan” (04:35) en la orquesta que nos dicen que el pájaro ha sido atrapado. El pájaro suplica a Iván que lo libere. A cambio, le regala una de sus plumas.

La escena con el pájaro da lugar a la trama amorosa de la historia (imprescindible también en el cine). A partir de 04:39, aparecen trece princesas prisioneras de Katschei que bailan en torno al árbol de las manzanas de oro. Iván se enamora de una de ellas al instante (antes no hacía falta ni Tinder ni First Dates, todo era rapidito). Pero claro, no todo iba a ser tan fácil. Por fin hace su aparición (11:35) el malo malísimo, el mago Katschei, al que Stravinsky pone una melodía trepidante, rítmica y melódicamente en muchos aspectos hermanada con La consagración de la primavera. Se ve que al mago Katschei no le hace mucha gracia que Iván ande por allí a sus anchas. Por eso, le encarcela y amenaza con convertirle en piedra. Iván, en ese momento, se acuerda de la pluma del pájaro, que comienza a agitar para invocarle. Allí aparece, raudo y veloz, nuestro pájaro de fuego, que ni corto ni perezoso hace sucumbir en un profundo sueño (15:18) al malvado Katschei y sus secuaces.

Y así, irónicamente, Stravinsky incluye como penúltima parte una canción de cuna (15:30), que al mismo tiempo va a ser la canción de muerte de Katschei. El pájaro le muestra a Iván el huevo donde Katschei conserva su alma. Romperlo implicaría su muerte. Y, resquebrajándolo, es como Iván impide que Katschei vuelva a despertar del sueño al que le ha inducido el pájaro. Así consigue, al mismo tiempo, liberar a las princesas y a otros prisioneros de Katschei. La obra concluye (a partir de 20:40) con un final pletórico, donde Iván y la princesa se casan y comen pájaro de oro… ¡¡Noooo!! Es una broma. No se incluye en el libreto lo que comieron.

Marina Hervás

marinahervas@fundacion-ninodiaz.org