centro_archipiélago_buenos_aires_wide

Entre los años 1750-1892, se llegó a determinar la presencia de 1.260 personas isleñas en Buenos Aires, que emigraron en forma personal o por contratos de trabajo. Fueron hijos de la miseria, que partieron con la ilusión y el desarraigo por equipaje. Con el devenir de los años, se fueron sumando emigrantes, familiares y descendientes, formando una comunidad que aún hoy se afana por mantener sus señas de identidad.

En la actualidad, perviven en la capital argentina dos asociaciones: el Centro Archipiélago Canario de Buenos Aires y la Asociación Canaria Zona Norte. La primera es la más antigua. Se fundó en 1941 y, desde entonces, han intentado atraer hacia sus filas a cuantos querían mantener viva la llama de unas raíces a las que no han querido renunciar, en un país que les acogió y les brindó un porvenir que su propia tierra no podía ofrecerles. Desde esta institución, se creó desde muy antiguo el Conjunto Folklórico o Rondalla Canaria, que nació en torno al año 1950. Chencho Perera, perteneciente a la Masa Coral aportó sus conocimientos sobre bailes tradicionales y el lanzaroteño Rafael Díaz, un folklorista de la Villa de Teguise, se encargó de hacer sonar su timple y dirigir la formación durante varias décadas. Su actual director, Isidoro Naranjo (Tito), cogió el testigo de Rafael y lleva ya treinta años al frente de una labor ardua y constante.

Por su parte, la Asociación Zona Norte lleva unos quince años manteniendo su conjunto folklórico, al frente del cual se encuentra el bonaerense Oscar Durán, un enamorado de la música popular canaria.

Vaya nuestro recuerdo y reconocimiento a todas esas personas, entre quienes me encuentro estos días. Un puñado de isleños ejemplares a los que tenemos que agradecer su ímprobo esfuerzo por mantener viva la cultura del Archipiélago en Argentina.